Se nos va un año más. Nosotros tenemos uno menos, si nos referimos a la fecha de caducidad, sin que ello signifique que entramos en un debate que ha interesado al ser humano desde tiempos remotos, cuando empezó a formularse ciertas preguntas sobre realidades que formaban parte de su vida cotidiana.

Se nos va 2016 y nos ha dejado un sabor más agrio que dulce. El terrorismo como nueva forma de guerra, aunque algunos se empeñen en no admitirlo, ha seguido golpeando con dureza. Estamos hechos, es terrible, a verlo como algo que forma parte de nuestras vidas. Coexistimos con ello. Ocurre en ciudades del llamado mundo musulmán en que se producen explosiones a diario dejando un reguero de víctimas inocentes que son asesinadas por seguir unas enseñanzas islámicas diferentes a las de otros que las consideran heréticas o simplemente porque no son musulmanes, en muchos casos cristianos, en países de mayoritario credo musulmán. Golpean también fuera de ese entorno islámico porque están en guerra con todos los que no piensan como ellos. Todavía resuenan los ecos del último atentado en Berlín. Produce más impacto por ocurrir en una ciudad que forma parte de un mundo que vemos más próximo al formar parte él. Pero empieza a suceder algo espeluznante: tiene cada vez menos impacto mediático -¡Ah, el papel de los medios y su obsesión por las novedades!- porque empezamos a convivir con esa realidad.

En el plano de la política nacional, amén de los casos de corrupción, hemos estado buena parte del año sin gobierno, algunos indocumentados afirmaban que estábamos mejor. El que se ha configurado depende de un parlamento que se enfrenta a lo que ha sido su política durante la última legislatura en que hubo gobierno. Hay apuestas sobre su duración,  desde las que le auguran pocos meses de vida, a las que consideran que completará la legislatura porque son muchos a los que no interesan unos comicios cercanos. El PSOE porque está abierto en canal. Ciudadanos por temor a continuar la tendencia bajista que lo acompaña en los últimos tiempos. Podemos porque las trifulcas  internas, que quieren presentar como muestra de democracia, haciéndonos comulgar  con ruedas de molino, porque ve cada vez más lejos el asalto al cielo como pontificaba el azuza fantasmas de Pablo Iglesias. En el terreno del independentismo catalán, pocas novedades. Hablan de democracia cuando hacen continua burla de la ley. Su actitud no merece mayores comentarios, pero atención a alguna novedad editorial del próximo año.

En Córdoba 2016 se marcha con pocas novedades. El gobierno municipal sigue buscando gestos hacia la galería, olvidándose de la sustancia por carecer de ella. El turismo, pese al maltrato municipal, sigue siendo pieza fundamental de nuestra economía. Avanzan las obras de la Biblioteca Central y de la Ciudad de la Justicia. El incremento del cincuenta por ciento del Impuesto de Bienes Inmuebles a viviendas y locales vacíos sigue siendo un brindis al sol. Continúan los dimes y diretes de la segunda puerta en la Mezquita Catedral. El mayor acontecimiento ha sido la inauguración del que ahora se llama C3A. Según Susana Díaz, vamos a exportar creación más allá de nuestras fronteras. Por el momento es un espacio está desangelado. ¡Ah! El Córdoba C.F. no encuentra la forma de buscar el ascenso y el peñismo y el perolismo  siguen en auge. Nada nuevo

En cualquier caso no puedo ni quiero cerrar estas líneas sin  desearle lo mejor a quienes me han honrado leyéndolas. ¡Feliz 2017!

(Publicada en ABC Córdoba el 31 de diciembre de 2016 en esta dirección)

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